- Editorial:
- TUSQUETS
- Año de edición:
- 2006
- ISBN:
- 978-84-8310-475-0
- Páginas:
- 416
- Encuadernación:
- RUSTICA
- Colección:
- FABULA TUSQUETS
POEMAS
DICKINSON, EMILY
La poetisa
norteamericana Emily Dickinson nació
en Amherst, Nueva Inglaterra, en 1830. Estudió en la Academia de Amherst y en
seminario femenino de Mount Holyoke, Massachusetts, donde se formó en un
ambiente calvinista muy rígido, contra el que manifestó una obstinada rebeldía,
pero que impregnó profundamente su extraña concepción del Universo.
Emily
Dickinson se aisló muy pronto del mundo y no admitió, a partir de entonces,
entrar en contacto con nadie que no estuviera a la altura de sus conocimientos
y de sus afectos, como lo estuvieron, por ejemplo, sus cuatro preceptores :
Benjamin Franklin Newton, quien le hizo leer en edad muy temprana a Emerson, y
luego el reverendo Charles Wadsworth, el escritor Samuel Bowles y el juez Otis
P. Lord, con quienes mantuvo una correspondencia abundante y asidua a la que
hoy recurren todos aquellos que desean ahondar en la aventura espiritual de tan
peculiar personalidad.
En 1861, Emily
se parapetó definitivamente en lo que ella llama «mi blanca elección», por lo
que, a partir de ese momento, no llevó otro color que el blanco. Se recluyó
tras los muros del caserón construido antaño por su abuelo y allí vivió, en la
atmósfera puritana de una pequeña ciudad, el ambiente de los años de la guerra
civil. Muy pocos tuvieron ya acceso a ella, y de ella sólo se conserva la
diáfana imagen de «una blanca mariposa de la luz». Murió en esa mítica penumbra
en 1886. Sólo cuatro años después se publicó el primer volumen de sus 1775
poemas.
Había escrito
casi toda su obra entre 1858 y 1865, creando un estilo que se mantuvo incólume
desde sus primeros versos y que nos llega, un siglo después, tan cristalino
como el instante de su concepción. Al no haberse sometido a las exigencias de
la publicación, este estilo es extraordinariamente libre y no remite sino a la
propia ensimismada personalidad de la poeta. Es una escritura de soledad, de
absoluta independencia.
La gran
poetisa argentina, Silvina Ocampo
(1903), irrumpió en la intimidad de esa terca reclusión al emprender hace ya
unos años, lentamente, con la misma meticulosidad y pulcritud que la
norteamericana, la traducción de estos 596 poemas. Nos ofrece así la
posibilidad de compartir con ella el placer de su propio asombro, de la propia
vivencia poética de tan enigmática obra. Jorge-Luis
Borges, amigo de Silvina y admirador de las dos poetisas, se hace, en su Prólogo, portavoz de esta «comunión»